Saber decir que no

No se puede tapar el sol

Lo bueno comienza cuando nos damos cuenta, cuando entendemos por fin, que nuestras ideas y pensamientos y posturas frente al mundo, a la historia y al hombre están llenas de huecos, de embustes, de revoques, y que apenas se sostienen por la honestidad con que las pronunciamos, nunca por la verdad que encierran. A partir de ese momento se acaba la luz y la noche los dedos en V para darles la paz y la fraternidad a todos. Significa que de una vez y para siempre sabremos dónde estamos parados, con quiénes debemos andar, a quienes debemos combatir y abrir los brazos para que nos reciban y para recibir abrazos. Y que no parezca endeblez porque se arquee, y que no se la crea vencida cuando apenas está descansando, que no se la crea juez cuando da un veredicto ni se sienta reo cuando acepta que se equivoca. Cómo tenemos que seguir aprendiendo y desaprendiendo, cómo tenemos que tener cuidado con los zapatos que llevamos puestos, tal vez estemos pisando brotes y nos creemos impolutos. En fin, abrir la cabeza y el corazón, pero cuando hay que decir no, es no, sin destemplanzas, sin soberbias, incluso sin explicaciones, porque el sol cuando amanece no pide permiso, sube y sube y nadie se atrevería a taparlo con la mano.

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