EL INGENIOSO MÉTODO DE PELAR UNA NARANJA


Hay una manera exquisita de pelar una naranja, con un instrumento que, a primera vista, resulta inadecuado, exótico: una cuchara.
Sabemos que la cuchara es un ser inferior; no posa en las bragas del compadrito ni en la suspicacia del vecino. Necesita de los demás, pero cuando emprende su tarea, se basta sí misma, ¡y cómo!  Pues bien, de naranjas se trata y no de platos hondos o compoteras.
Veámosla en acción: le pide a su amante, don cuchillo (apenas si lo convoca para los postres) que haga una leve incisión en la naranja; digamos, por el ecuador. Ojo, los polos no se tocan. Método válido cuando desgajamos la naranja como una margarita. Leve, apenas una caricia, un tajito que selle nuestro amor, o cosas por el estilo. Hecho el mismo, apenas una dosis de dolor, una lágrima acre en el índice izquierdo, se toma la cuchara como quien va a meterse el dedo en la nariz. Hurguetea, hasta levantar, desprender la cáscara del corazón. Cuando ya se ha introducido lo suficiente, comienza un movimiento de rotación, pausado y sin prisa, girando hacia uno mismo. No es conveniente llegar hasta el polo de la naranja. Detenerse en los meridianos es lo aconsejable. Luego, con un certero movimiento circular, damos vuelta el universo e iniciamos el proceso en el, digamos, hemisferio norte. Idem en paciencia y detenimiento, a la altura del meridiano de Greenwich detenemos la operación. Esto es muy importante: saber balancear los giros. Arremeter hasta el polo, calar hondo, llegar hasta el hueso y cuando sienta que un impedimento sólido dificulta su tarea, retorne al otro hemistiquio y proceda. Notará que cada media naranja tiene su punto G y su punto K. Es en ese preciso momento cuando debe soltar su eficaz instrumento.  Con la mano derecha toma el hemistiquio superior (el norte, dicen), con su izquierda apriete el inferior (el sur también existe) (válido para diestros. Los siniestros, como siempre, lo harán al revés) y ahí se divide el universo: puede girar en sentido de las agujas del reloj o como en una partida de póker. Gire, una hacia un lado, otra hacia su contrario y, mágicamente, se deprenderán dos cuencos naranjas cuyos destinos ulteriores son imprevisibles. Sugiero máscaras teatrales.

De lo que sí puedo asegurarles es que en sus manos quedará la esencia de la vida: la desnudez sin velos, una gozosa ofrenda a la que aplicará dedos, boca, ojos, dientes y se sabrá un ser afortunado.

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