En la fortaleza de la Cabaña


FERIA DEL LIBRO
EN LA FORTALEZA
DE LA CABAÑA
                                                               LA HABANA



Retornamos de Cuba, de quince días de recorrer La Habana, de andar con la gente en guaguas repletas, de comer en sus comedores, de entrar a sus casas, a sus negocios, de hablar con todos, de escucharlos. De vivir en una casa particular, de las muchas que se están destinando para albergar turistas. De esquivar a los turistas aunque es inexorable toparse con ellos si uno quiere al menos conocer las bellezas de la ciudad, sus monumentos con historias, sus espacios emblemáticos. Pero por más que quisiéramos mimetizarnos, mi rubia compañera y mi gringura natural, rubito de ojos celestes, nos delataban, y nos hablaban en inglés hasta que decíamos argentinos, y de Córdoba, donde vivió y estudió el Che y ahí todo cambiaba y la sonrisa y el abrazo y el diálogo franco y respetuoso. Ya los últimos días nos movíamos como Juan en su casa, caminando una ciudad que se hacía larga cuando te detenés acá y a mitad de cuadra y en la vereda del frente a charlar con el diariero, el imprentero, el que vende el pan, el que arregla espejuelos, en ese contraste fabuloso que nos ofrece una Habana vieja, patrimonio de la humanidad, que se reconstruye día a día y una Habana centro donde la pobreza persiste en cuadras y cuadras de edificios deteriorados que albergan a decenas de familias cada uno. Tuvimos la suerte de participar en dos eventos impresionantes: El Congreso Pedagógico, con la educación cubana como ejemplo, el homenaje a Fidel y su legado, y luego a la increíble Feria Internacional del Libro en la Fortaleza de la Cabaña, del otro lado del Malecón, donde es imposible calcular un número de asistentes, donde el libro es el centro y está destinado al cubano, libros al valor de diez pesos nuestros y la avidez en los stands y en la gigantesca carpa de venta. Fuimos tres días seguidos para recorrerla y participar de charlas y eventos impensados, como encontrarse con Silvio, con Ramonet y dos de los cinco héroes cubanos. Ah…, las aguas del caribe, el mar turquesa, la serenidad de las palmas, las arenas coralinas, las piñas coladas, los mojitos, complementa esos quince días inolvidables que nos invitan a volver pronto, que nos han quedado amigos, abrazos, sueños compartidos, que nos han quedado los ojos llenos de asombros, los oídos con todas las palabras, no las sumisas, no las obedientes, las palabras dignas.(MARZO DE 2017)



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