Interpretando a Casciari

Interpretación no antojadiza de la postura de Casciari

sobre los talleres literarios

Cómo creer en esas supersticiones, en esos cursitos donde un facineroso te quiere enseñar el arte de contar historias. Para ser un buen escritor, para adquirir estilo propio, basta con tomar cualquiera de los decálogos de los escritores famosos, Poe, Castillo, Kafka, Quiroga y armarse un blog y escribir todos los días, sí, todos los días y recibir respuestas de gente desconocida, esa es la única manera de ejercer el arte del contar. Si no sos capaz de contar un buen chiste o historia en la sobremesa, si no sabes mentir, no sos un embaucador nato, si tenés pruritos morales y éticos, si no conocés las peores armas para seducir, no podrás embaucar a nadie con un texto, por eso dedicate a otra cosa.

Es seguro que los propósitos de quienes dan talleres o concurren a los mismos son non santos, no tienen nada que ver con la literatura. Los que realmente quieren avanzar pronto se desilusionan porque ven o descubren cuáles son las intenciones del que dirige y su comparsa.

Todo lo que supuestamente se enseña ya lo aprendiste en el primario, conocés la letras, las palabras cómo se concatenan, listo. Ahora a escribir.

Lo otro, imaginación, ingenio, perseverancia, inquietud, lecturas, etc. etc., es intransferible.

Todo consiste en tener un estilo propio, si no, si sos mediocre, te contaminarás con el del profesor. Y si sos bueno terminarás cediendo y al final todos escribirán de la misma manera. Los talleres matan el estilo propio.

Te podrán enseñar algunos truquitos, cuidar el inicio, el final, corregir, pulir, no decir todo de golpe, guardarse cosas, leer mucho, puede ser un consultorio de ayuda comunitaria, pero de ahí a ser un lugar de formación de escritores estamos de la nuca. Por ahí te tiran un secretito de la cocina pero ya sabés, con la misma cantidad de harina, agua y sal y levadura te sale una pizza o un mazacote.

Un sola verdad: Se aprende escribiendo, por eso hay que hacerlo a diario, como el comer, como el respirar. Si no, otro lo hará por vos.