Lo
llevaban, con órdenes de marcha, con leves golpes en la espalda, por
el pasillo tenebroso primero y luego por el pasadizo hacia las celdas
de castigo, arrastrando los pies, los zapatos pesados y duros dolían
en el piso y las manos entrelazadas en la espalda y la cabeza hacia
el piso y los ojos contando los pasos y ni una posibilidad de
enmienda, sin razón que justificara esa marcha, inexorable hacia el
pabellón de castigo, despojado de lo poco, con el conocimiento
vívido de lo ya vivido una y otra vez y no querer volver a vivir
nunca más, sin posibilidad de resistir, impedido de hablar,
contaminar el ánimo de sus verdugos con el perdón o la
reconsideración, cuando no se es dueño ni de las horas del sueño
ni del pan en la boca, sin tiempo, sin noción de tiempo, de antes de
mañana, pasos hacia un cadalso sin cuchilla pero igual, con la
pregunta en la sangre para que el río fruya hacia dónde va, si todo
es ya desembocadura de espanto y miedo, de pesadillas y
silencio, un silencio que duele, que dolerá sin saber siquiera si es
nocturno, si es de sueño, de hambre, de frío, de ausencias, si es
dolor de soledad.
Y
las manos empujan, apuran, intimidan, se asientan con rudeza sobre la
nuca y mejor no trastabillar porque serán los pies de botas de
herraduras los que romperán los huesos, lastimarán la carne y no
vale la pena provocar ese sufrimiento y el fugaz pensamiento de
acabarlo todo, de provocar la ira, de jugarse las últimos energías
en un escupitajo, en un golpe de puño en la cara de la ignominia,
una patada postrera en los huevos del verdugo y que aceleren la
muerte, que venga la muerte a llevarlo tras el último gesto heroico
y la vida que ha perdido la esperanza aún vibra y le ordena seguir,
no es el matadero, un círculo más abajo del último círculo del
dolor, pero círculo transitorio, conocido, ya soportado y entonces
si los pasos se apuran, con hidalguía marcan el ritmo de la victoria
sobre el piso oscuro del penal, se detiene frente a la habitación
que lo contendrá y entran en ella, llevando encima la vida que aún
se sostiene en pie.
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