Marroco











Marroco, no un pan cualquiera.

Lo amasan manos de prisiones

redondo, desigual, perfumado.

Se reparte a la mañana

como maíz a los pollos.

Blandiendo el pan solidario

se da inicio a los rituales.

Hay quien acomete sin piedad,

lo fusila en urgentes dentelladas.

Hay quien toma el centímetro del sastre

y lo mide en mitades

en cuartos desayunos durables.

Y hay quien lo somete a horarios prefijados.

Hay que saber administrar

el marroco de las cárceles

cuando el hambre es grande

y el mañana

no se sabe.

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