El 52

LA LLEGADA A SIERRA CHICA. EL 52

Después del recibimiento adecuado, con el uniforme marrón, pesado, incómodo, diluida nuestra identidad en un número identificatorio, nos depositaron en nuestra celda. Pabellón 11, celda 16. Entrando, a la izquierda, a seis o siete celdas de las rejas de ingreso. A casi todos los recién trasladados les tocó un número alto, tal vez correlativo a la cantidad de internos que había en todo el penal. El del Toro, mi compañero era el mil cien y pico. El mío: 52. Después, vendrían las especulaciones acerca de esa particularidad. Por qué no como la mayoría de los compañeros del pabellón, incluso los había de números seguidos en una misma celda. Un número marcado, especial. ¿Tendría un tratamiento especial? Después aparecieron otros números aleatorios, pocos, es cierto, lo que dio por finalizadas las especulaciones siniestras. Y averiguando la razón de ese número tan bajo en un preso reciente, quedó claro que era un número cabulero, supersticioso, un número no querible por ningún preso común. Nadie quería llevar semejante identificación, porque el 52 es en el código penal el artículo de la reclusión por tiempo indeterminado. Me consuela que no me haya tocado el 80, que es el de la cadena perpetua.


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