Taller poético inaugural

 


Fue en Caseros donde hice mi primer taller literario. No recuerdo el pabellón, tal vez eso lo encuentre registrado en las cartas desde la cárcel que conservo. Sí, recuerdo que estaba en un ala oeste por el piso once y tengo memoria que me veo en otra ocasión mirando hacia el este. ¿Quiénes lo conformábamos?: Pedrito, El Beto, el Gallego, el petizo Pérez y yo. Habría otros pero hay que rescatarlos del olvido. Eran poemas rimados, especie de coplas o intentos de sonetos. Textos poéticos, de amor, jugando con la belleza de las palabras. Habría alguno que oficiaría de coordinador o que sabría un poco más que el resto. Muchos poemas eran sobre nosotros mismos, con humor, sin mayores pretensiones literarias. Sin embargo, recuerdo que ya en libertad el petizo Pérez me reclamó un poema o texto que habría sacado yo cuando recuperé la libertad. Bueno, él después al poco tiempo publicó sus poemas. El Pedrito continuó con su obra literaria desgarradora y ocupo un cargo importante en el ámbito de la cultura de su pueblo. Los textos iban y venían por las celdas en los mandados, obras literarias que nos hacían sentir escritores. En ronda, en los recreos las leeríamos entre todos. No sé si corregíamos. Segura que haríamos sugerencias, tacharíamos el verso mal medido de algún compañero, nos desafiaríamos a escribir otro y otro más, recordaríamos poemas famosos, tal vez hasta nos daríamos alguna consigna para trabajar en la soledad de la celda. En otros rincones de otros pabellones de otras cárceles del país otros grupos harían sus talleres, porque la palabra nos cruzaba a diario, era el vehículo privilegiado para comunicarnos con nuestros familiares y de tanto practicar cartas con metáforas y censuras, la palabra ficcional iba surgiendo casi como naturalmente. Sin saber de la existencia de talleres, ese fue mi taller poético inaugural.

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