La lechuza

AVE DE AGÜEROS FUNESTOS. En la noche grita su fealdad renegada. Su enorme cabeza es un periscopio nervioso, y su cara, un corazón emplumado. Con ojos de vidrio esmerilado sueña desde el poste el vuelo torpe. Intenta varias veces alcanzar la altura del golondrino y se le hace grande el cielo.

Vuelo de langosta, silencioso. Parpadea en sístoles y diástoles de colores. Dormita su soledad incuestionable sobre el lomo de una vaca echada, y reniega del día como un murciélago emplumado, entornando los ojos de mujer fatal. Padece de insomnio. Voz de suegra enojada, resopla malas palabras, ronca su fealdad y mala estima. Tiene oído de tísico, dicen en el campo.

Delicada avecilla, sólo come lo que sus garfios acerados le proveen. Por eso le molesta el mal aliento del carancho carroñero.

Perezosa y ausente, vive y deja vivir, indiferente al mundo.


 

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