UN ATARDECER, DESCUBRÍ A MI PADRE SENTADO EN UNA SILLA mirando hacia el oeste, adelante de la alpino de la quinta que su empeño y sus manos ayudaron a construir para el goce de toda la familia. Que estuviera recostado, como cansado, era impensado en él.
No recuerdo si me acerqué y le pregunté si necesitaba algo o simplemente lo vi como lo que era, un hombre que después de una jornada fatigosa se sentaba a descansar. Tal vez no le di más importancia.
Solo cuando los días subsiguientes reparamos en sus actos desconcertantes me vino a la memoria ese momento, para mí el atardecer del derrumbe mental de mi padre.
Si me preguntaran por él diría que ya murió, pero no estoy seguro de eso. Cómo puedo decir que mi padre haya muerto si él se sigue manifestando en mis sueños, en esa capacidad del ser humano de vivir un universo paralelo, tan real como el otro que apreciamos con lo limitado de nuestros sentidos. Mi padre sigue vivo de alguna manera, yo lo hago presente en mis sueños, dándole continuidad a su vida como si nada hubiera ocurrido.
Muchas veces lo he soñado. Lo he visto manejarse con soltura, dando consejos o mostrando el camino por dónde andar. En los sueños él es una persona normal, como si nos dijera que lo que le había ocurrido fue un hecho circunstancial, que ya había quedado en el olvido. Lo he mirado con asombro, con admiración. Un padre marcando los rumbos, poniéndose al frente de las cosas, ayudando a transitar la vida a cada uno de los descendientes. Lo llamativo de este relato es que no estoy inventando nada. Que en el recuerdo de los sueños haya otra vida que transcurre y de la que apenas si podemos sacar algunos fragmentos.
Quizás hubiera querido que mi padre, en su ancianidad, me enseñara lo que no había sido capaz de aprender de él.
En mí, en mis sueños, ha estado la facultad de darle continuidad a la vida de mi padre. En mis sueños le he dado la vida que se le cortó abruptamente. Es claro que lo echo en falta, que se interrumpió de una manera traumática su vida con nosotros y que pronto se llevó a nuestra madre, que no supo resistir semejante tragedia.
Cuando vuelvo a la realidad y recuerdo sus últimos días, me estremezco. Supongo que es la manera que tenemos los humanos de sobrellevar los hechos traumáticos de la vida.
Poco he hablado de él a mis hijos,más a mis nietos, como una especie de leyenda, como una reproducción del ser abuelo de sus padres, no sé.
Tal vez en los sueños se completa la existencia. Lo hago padre completando su mandato de tal. Y hay en mi actitud una mirada de asombro y respeto. Lo dejo hacer, y veo su entusiasmo realizando las cosas. Y siempre es infalible, no hay errores ni caminos equivocados.
Tal vez sea ese el padre soñado en vida, o el que era y no supe ver, pero eso poco importa, ahora.
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