QUÉ ME TRAJO AQUÍ, DE QUÉ HUYO, cuáles son los odiosos recuerdos que han apagado la música, que no dejan lugar para el olvido. Descorro la cortina y me dejo envolver por el paisaje otoñal de las sierras. Una mariposa tardía quiere entrar, golpea en el vidrio y pienso que si lo sigue intentando se lastimará, seremos dos los lastimados. Me duele la cabeza, el golpe frontal en el espejo no sangró, apenas astilló la imagen del vencido. Siempre habrá una calle por donde irse, y ahí la veo, una calle que se pierde detrás de los cerros, la atraviesa un caballo, blanco, o bayo, qué importa, ramonea en las banquinas de la calle, limpia la tierra, le saca los yuyos que entorpecen su marcha. En una esquina de la cama ha quedado mi bufanda gris, no la puedo tomar desde acá, no puedo soltar la tela, temo que al soltarla se acabe la luz, se muera la mariposa, se pierda el retumbar de los cascos entre los cerros, todo sea gris, invierno y solo me quede con la imagen del espejo fragmentado y este dolor de cabeza que me advierte de un final, cuando la tierra se encocora con los que la ven pasar sin meter la nariz en los huecos serenos de la felicidad. Por ahí estamos, detrás de la cortina me escudo, me refugio y espío, me pregunto si la vida pasa por ahí, si acaso puedo subirme al caballo blanco y andar con él a galope tendido, que retumben sus cascos y los míos, que se vea que seremos jinetes en la peores circunstancias, o seremos mariposa leve que se le acaba el tiempo de vivir, pero insiste con la luz, con el calor, no hay nada que lo detenga e insistirá hasta que le llegue la hora. Espión, en eso me he convertido, qué terrenos escabrosos me ha hecho pisar, o he sido yo quien provocó semejante parodia. Ahora espío, desde el cortinado sucio, el espejo trizado, las sábanas arrugadas desde los insomnios eternos, la bufanda cuelga desde el tirante, qué pretendí, romántico suicidio en una cabaña cerca de los cerros. Sí, primero la visión por la ventana, un caballo blanco, o bayo cruzando la pradera, no, cruza la tierra arrasada, busca salir de las calles trazadas por los alambres, busca escapar y sobre el lomo galopa una mariposa azul, no quiere morir en un día, quiere eternizarse en el galope antes de que un hombre que sufre se suicide con la bufanda gris de lana que le tejió. Es como morirse en un abrazo, es apretarse fuerte bien fuerte y sucumbir en sus brazos, así ha sido, y acá llegué, a esta esquina del mundo donde quince palabras sobrevuelan para crear el último adiós, que no será, porque la cobardía es asunto de los que aman dijo el poeta y soy cobarde y espero, espío, espío que se acerque, que vuelva, que no se pierda como la mariposa arriba de un caballo blanco, esa es la imagen tenebrosa del que ha perdido la razón y solo le queda olvidar, si acaso es lo que lo salve. Es un intento y es fracaso, por eso todo se desmorona, las cortinas se corren y dejan un paisaje bucólico, como un cuadro mudo y muerto, porque la mariposa golpea en el vidrio, no sé cual es el mensaje que me trae en sus alas, cuando niño encontraba el número mágico que me salvaría del infierno; si esta mariposa entra la sofocaré con mi angustia, morirá de asfixia, como todo lo que tocan mis manos, eso es, me quedaré y la bufanda con el nudo gordiano, cuelga sobre la cama desde el tirante más alto; qué papelón, si ni siquiera me atreveré a darle un tajo.
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