El Acorazado Potemkin

 


No es mi atracción el cine; tengo que sentarme a ver qué me quieren mostrar, qué me dicen o no me dicen, de qué color tiene el cabello la chica que huyó de su represor, cómo es la casa. No puedo imaginar. Claro que esa parte que me quita la devuelve en otras maravillas, las que engloba una película que va mucho más allá del argumento. Por eso me pongo frente al cine en un segundo plano, siempre será el primer plano la ficción que transcurre entre las hojas de un libro, o entre palabras que me lleguen por cualquier medio, sí, debería consultar con un analista, seguramente me dirá que es mi soberbia, que mi engreimiento, qué me dirá, que ni siquiera acepto que me pongan un tono especial en la lectura y ya me condiciona el entendimiento. Podría seguir con elucubraciones de esta índole.

Y sí me dispara recuerdos, me dispara un tiempo previo, es así, allá, y hay que ubicar el lugar, tal vez la memoria lo colocó en una calle que no fue tal, pero después de escribirlo lo corroboraremos con el formidable instrumento que tenemos hoy, que ya no tenemos que llamar al amigo y preguntarle, che, te acordás dónde estaba el cine Sombras. No, ese no, ese es el Ángel azul, en la Colón, al frente del Cinerama, en un segundo piso, una sala chiquita, no; ahí vimos Zorba el griego, vimos la Batalla de Argelia, vimos, no, el Sombras estaba en la General Paz, una o dos cuadras más allá de radio Nacional a mano derecha viviendo desde el Suquía, sí, una construcción antigua.

ahí vimos al Acorazado Potemkin, con la dirección del gran Sergei Eisenstein y por qué ese film quedó para siempre grabado. Corría el año setenta, el film llegaba con todo el cine del realismo ruso, una película muda que conmocionó, qué paradoja, una película sin palabras, sin textos, las imágenes armaban el texto, tal vez por eso me conmueve aún, esas imágenes imborrables del carrito del niño a la deriva en la plaza Odessa, esas escenas de crueldad y heroísmo, las que anticipan una revolución y uno estaba en eso , en el anticipo de una revolución, por ahí me quedo, como anécdota sucia, mezclada con otras consideraciones que ni vienen al caso, que me dispara escribir cualquier cosa. Cine Sombras, Sergei Eisentein, el Acorazado, después veríamos Odessa, los hombres de Panfilov, Iván el Terrible, veríamos otras inolvidables, a pesar de las telarañas que han tapado tanto, y luego vendrán los libros atinentes, vendrían Gorki y la madre, Guyen Giap, vendrán los primeros rusos, porque uno era un tanto más rojo que ahora, porque Cuba y Rusia y el tío Juan nos guiaban, todavía no habíamos podido desprendernos de los pelos que cubrían la epidermis de nuestra familia y entorno, eso vendría mucho después, pero el Acorazado tuvo una implicancia central, porque a aquellos ojos nuevos y despiertos les insufló un sentido de la existencia.


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