SI ESE DÍA ME HUBIERA ANIMADO A CRUZAR LA CALLE y darle el poema escrito para ella, mi vida sería otra. Pero qué importa mi vida, ella es la que siempre importó, la que fue creciendo en cada encuentro con otra mujer, en la que estuvo a mi lado, ninguna pero ninguna resistió su encanto, pinturas que crecían por las noches en mis sueños, una mujer altiva, poderosa, con solo mirarme casi que sentía ponerme a sus pies, cada noche la tuve en los brazos de mis sueños y se me iba hacia los confines del olvido y nada más, su cara conocida recorrida con el lápiz, con el marcador, la fotografía robada de un álbum escolar, todo, hasta el papelito del caramelo que me regaló el día de mi cumpleaños de diez, ahí fue que me dijo sería mi dueña, que nunca pero nunca más podría separarme de ella, que haga lo que haga estaría ahí vigilante de mis amores y he llegado a los cincuenta y está ahí en la puerta de mis sueños, guiándome hacia el fracaso porque es inútil todo lo que no tenga el color de sus ojos y su manera de ordenar el mundo, no cabe que ni siquiera intente un remedo, que se disimule una sonrisa. No quiero confesar las cosas a las que me atreví para tenerla cerca, para saberla conmigo, se que me condenarían. O peor, se reirían de mí. No sé dónde estará ahora, digo, donde vivirá, cómo habrá amado a otro hombre, qué caricias habrán gozado sus hijos, qué ocurriría si acaso la veo, o tal vez la haya visto y la he olvidado, ya no sé ni siquiera si ella fue, si ocurrió, o la inventé, pero no, el papelito del caramelo Sugus acá lo tengo, es verde, de menta, me dio un caramelo de menta, no saben lo que significa que una mujer te regale un caramelo de menta, es para llevarlo en la boca hasta la eternidad, cómo se me ocurre dudar de su existencia, cómo puedo ser tan injusto que me dio todo lo que es posible dar, me dio este sueño por el que vivo y muero todos los días, eso es, una historia de amor solo mía que no la comparto, que no se deteriora, que no se desinfla, no, es una historia que la hago crecer a cada instante, es la que me da las fuerzas para seguir un poco más. Pero me despierto, solo, el pecho hundido de mortificaciones, con gente que detesto, y ella no está, ella ya no vendrá, se fue a repartir caramelos de menta por la vida y me traicionó. Solo me ha quedado este recuerdo físico, es mi salvoconducto, mi razón de existir, desde ahí he construido la historia, ni recuerdo su nombre, ha tenido y tiene todos los ojos posibles, los colores más tremendos y los menos queribles, un gesto que me somete y otro con el que vuelo sin torpezas, ella me lleva, no hubo otro amor, todos los días me alimenta y me deja morir de tristeza. Solo veo la mano extendida y el caramelo de menta y sus tres palabras, feliz cumpleaños, Pablito. Casi me muero, casi me escapo del colegio, me dio tanta vergüenza, pero no, no es de mí que tengo que hablar, es de ella, y podría hablar , muchísimo si el día después de mi cumpleaños de diez me hubiera cruzado la calle y le hubiera dado el poema que escribí para ella.
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