El Nombrecito




JOSÉ MURÚA, PEPE, AGUARDA LA JUBILACIÓN.

Treinta años en la Casa de la Moneda, con cinco más tiro todo al carajo y me voy a Gesell. Los pendejos ya armaron su rancho, la piba convive en la piecita del fondo con el estudiante, tendría que preguntarle qué puta son las bellas artes. No me quejo, no me piden un mango, aunque me hago cargo de la luz, el agua, los impuestos… y el cable.

Que no nos corten el cable, papi, porque si me quedo sin internet me muero.

El Pepito Murúa es un morocho retacón, de ojos negros que pareciera no cerrarlos nunca, que no pestañeara. Desde que enviudó, van para los quince años de aquella trágica decisión de su mujer, no hubo otra que le quitara el sueño. La piba ha sido su debilidad, para ella todo. Hasta la piecita del fondo le armó, hoy un mono ambiente discreto pero confortable.

Y ahora esto del ascenso, si estaba cómodo aquí en Recepción, poco laburo, mucho diario y revistas, el termo escondido. Me jodió la computadora. Bueno, me jodí por negarme a hacer el curso. No me vengan con esas cosas, dije. Pusieron al tilingo éste que se va a secar los ojos en la pantalla y a mí me dejaron como Jefe de Descartables. Se ve que ya les molesto. Por eso esto del ascenso se parece más a una patada en el culo que a un reconocimiento, como dice el decreto.

Amalia, el señor Murúa será a partir de hoy el jefe de Descartables. Usted seguirá como encargada de selección y reciclado y lo pondrá al tanto de todas las tareas. Preséntele al resto del personal.

De entrada nomás le parece un castigo. Al fondo del subsuelo de la Casa, y con esa mujer que la conoce por los apodos con que la nombran los empleados del Departamento: Arpía, Solterona, Cachavacha, Anteojito.

La consigna diaria en Descartables es traer un sobrenombre para referirse a ella. Por votación se elige el del día y los antiguos pasan a la memoria.

Che, Murúa, traete para mañana un nombrecito —lo complica uno de sus subordinados, —¿ o no vas a entrar en el juego, vos?

Casi le sale el jefe de adentro pero se queda en el molde, mejor andar bien con estos insolentes.

Claro, viejo. Mañana traigo uno.

A quién consultar. Los del departamentito del fondo se le reirían en la cara. Los amigos del bar no la pararían más: sería el tema de cada día, si los conoce.... Decide guardar silencio. Y se pone a pensar un nombrecito. No puede quedar mal con los muchachos, le harían la cruz y el trecho faltante hasta la jubilación sería un calvario.

Junco quebrado, le sale. Se sorprende del nombrecito. ¿De dónde lo sacó? No, lo desechó de entrada, le parece como rebuscado, como poético, eso es, medio de puto, medio de maricón. Junco quebrado, se le cagarían de risa.

¿No será que vos tenés la manito quebrada? A la puta con lo que digan: les explico qué significa y a otra cosa. Junco por lo flaca histérica, y quebrado porque siempre anda ladeada, con el chasis torcido. Me parece que meto un golazo.

El Pepe larga el nombrecito a las ocho de la mañana y se produce una hecatombe. Acostumbrados a lo simple y directo, el nombre los agarra en offside. Se miran y escrutan a Pepe. Les está haciendo una broma, encima un nombre de dos palabras, no un artículo y un sustantivo, la bruja del tesoro, no un sustantivo solo, va con un epíteto, hombre mono, chañar ladeado, junco quebrado. Parece un piropo, porque palo borracho sería más adecuado, o tero torcido o … Así no venía el juego, algo no funciona esa mañana y nadie se atreve a preguntar.

Pepe rompe el desconcierto de los hombres del tesoro nacional, de la Casa de la Moneda:


Junco por lo flaca y quebrado por su andar torcido, por su lado complicado, qué se yo, si no les gusta pienso otro para mañana.

No, Pepito, no, está bueno el nombre, lo que pasa es que..., casi parece un piropo, una poesía.

Pero no es eso, esperaban una burrada, una estupidez a la medida de un pobre tipo como el Pepe, que estuvo cuarenta años calentando asiento, lo quieren tomar para la joda y el nombrecito vino a alterar el status quo de la pavada.

Por qué no la hiciste más simple, Pepe, porque mañana, al que le toque traer el nombre no le resultará tan fácil.

Después de un junco quebrado, ¿qué viene, una pata de tero, una vieja conchuda, qué viene, Pepe, por qué no seguiste con un personaje de historietas, una grosería común, un nombre simple?








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