Amigos


A lo largo de la vida uno cosecha amigos. Eso se dice, la vida es una siembra constante y tiene sus frutos. La palabra amigo encierra uno de los conceptos más sublimes, el de hacer las migas, ensamblar, amasar la harina para hacer el pan, y se lo excelsa, se lo sublima, siempre se lo pondera y es tan grande como el amor, tan difuso y escurridizo él, en cambio el amigo siempre está y debe ser la palabra que más dichos, refranes y sentencias encierra hasta algunos despectivos como el amigo de lo ajeno, los ladrones de las ilusiones humanas. No está mal hacer ese listado desde los orígenes entendiendo que no hay grandes amigos, entrañables, para toda la vida, al menos no lo tenemos nosotros, ese otro al que le confiamos hasta el último de nuestros secretos o problemas, ese que es uno en otra piel, bueno, no es para tanto, en nuestro caso es más bajo el vuelo de la amistad, se fue dando por circunstancias, por una temporada, algunos, muchos ya no están, los muertos siempre son mejores cuando se han ido, los vivos mientras más lejos están más grandes, al revés de la distancia, es un espejo, una lupa, un lente que agranda las imágenes y curiosamente empequeñece los defectos, y otros que merodean por ahí son y no son, no sabríamos si se llaman amigo con toda la boca, con todo lo que encierran cada una de sus letras en un solo nombre, sería injusto, porque lo cierto es que uno a cada cual que nombremos lo ha sentido amigo, y lo ha respetado, se lo quiere, se lo valora, se lo discute, ninguno es el dechado de la perfección, intentamos creer que esa amistad es correspondida, así la sentimos en un ida y vuelta que, aunque no sea continua y cercana, cuando se lo activa está, responde, hay un aleteo en el alma que nos dice que ese ser está dentro nuestro, como un vibrar del amor con otros ingredientes. También están aquellos a los que uno sintió amigo y tuvo que desembarazarse de ellos, que hubo desde traición a engaño, desprecio u olvido, hay casos, no son muchos, que seguramente caerán a medida que vayamos abriendo el cofre de la historia. También están los idealizados, esos a los que le adosamos valores y perfiles que creemos en ellos, aunque la realidad se encargue de desmentirlos siempre.

Ya los definimos entonces sin grandilocuencias, no son el gran amigo, el insustituible, el mejor, el ejemplo, no. Son del montón, desde el conocido que quedó guardado como un amigo hasta el amigo que se fue sin penas ni gloria. Intentaremos no dejar a nadie afuera, salvo la desmemoria que a esta altura juega sus malas pasadas. Si acaso tenemos el listado de fin de año, si acaso puede ser la continuidad del mensaje de fin de año, quién sabe, a algunos les irá al éter, vaya uno a saber, lo importante es que nos dará materia de palabras para continuar y no andar por ahí cazando chorlitos al vuelo, mordiéndonos la cola con el perro del hortelano, o sea es el peor de los perros, no solo que no come, no deja comer, sino que se lastima, gira en su torno y se olvida que la misión del perro es ladrar, es zalamería al amo, es hacer gracias que le festejen, es convertirse en los hechos en el mejor amigo del hombre, o sea que cualquier perro va a superar en calidad de amigo a todos y todas las personas que pasaron y pasan por nuestra vida, no por nada dicen que mientras más conozco al hombre más quiero a mi perro, yo lo lamento, me quedo con mis amigos, con sus mierdas y sus luces, que un perro es apenas eso, un animal que tiene sus virtudes, pero no podemos ponerlo en la altura de la dignidad humana, en la creación de un ser superior que, por supuesto si es capaz de ejercer la vida con dignidad no necesitaría acudir a perros, mascotas y artefactos, para hacer de su vida algo llevadero, inolvidable, y no un mero transcurrir por este espacio, casi sin ganas, como por obligación de seguir respirando.

 

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