De esos tipos que
inexorablemente se transforman en personajes, en paradigmas. Esos seres
distintos que tienen alguna característica, una virtud, alguna capacidad como
para destacarse del resto. Lo de él, lo que lo atravesó toda la vida fue su
mente creativa, su mente inventiva, eso que puede llevar a calificar a alguien
de inventor. No de historias ni de artefactos ingeniosos, no productos que
emergen del uso de instrumentos sofisticados, de aparatología de avanzada, de
grandes descubrimientos a partir de estudios, de lecturas. Podemos resumirlo en
una mente práctica, una capacidad de canalizar su ingenio o inteligencia en una
herramienta para extraer petróleo, es otra para cerrar un pozo y en máquinas
cuyo valor monetario se cotizaba en dólares y le permitieron disfrutar, conocer
mundo y estar en el pináculo de la gloria, aunque siempre a los tumbos por la
carencia del otro sentido necesario para cerrar el círculo; previsión,
ordenamiento, cuidado, consolidar todo con actos legales. Pero eso sería lo de
menos, porque cuando ya llega el declive no hay renuncia, persiste, no se sabe
qué ni para quién, poco importa, pero cuando uno ve que ha montado como un
triunfo una mesa de dibujo en una habitación vacía, con un lápiz , regla y
papel seguir volcando inventos en trazos
con un corazón averiado, atravesado, con una familia compleja, con una disminución del pensamiento
sereno, certero, ganador, en fin, lo traemos desde allá, desde la Córdoba
setentista, como un contacto estudiantil, viviendo en una casa de barrio,
trabajando para subsistir, con muchas dificultades como para encarar una
educación formal, lejos de la ortografía, de lo formal, un inventor que de
tener una amanuense a su lado hoy estaríamos no hablando de él porque andaría
en la nubes del poder, más allá de su mirada progresista del mundo, aunque no
se le conoce una militancia puntual en nada.
Pasaron muchísimos
años hasta volver a vernos, casi como si fuéramos amigos y en realidad fue
apenas un par de veces que nos vimos. Sin embargo, hubo como un reencuentro más
imponente que lo posible, fue su invitación a sus cincuenta, siempre recordable
por no poder ir por el famoso cólico intestinal, o sea, estamos hablando de
antes del 2000, otra época, él en la gloria, con todo a su alcance, con
conceptos elevados, desde arriba, y estaba bien, con cualquiera de esas
máquinas y con las relaciones en el petróleo él podía ser Gardel.
Fu después de eso
que se consolida una relación afectiva, que crece hasta la amistad, por coincidencias de miradas, de proyectos, y
se da la instalación en las sierras, se da un viaje a sur, se dan salidas de
viajes compartidos encuentros domingueros o entre semana en uno otro lugar y se
lo puede colocar en el podio de la amistad, con todo lo que implica un amigo,
que no cumple con eso de encontrar en el otro a alguien que te va a dar la
justa, apenas un compartir ideas, momentos, gustos y con eso convertirse en lo
mejor que se tiene y valorarlo a su altura.
Comentarios
Publicar un comentario