No le favorecía el apellido, demasiado actual en el 83,
fresco en la vida de la gente, recién se estaban yendo los asesinos, los
genocidas que asaltaron el poder con un Jorge Rafael. Claro que por un maldito
no se puede maldecir a todo un apellido. Entonces al flaco Videla lo
nombrábamos simplemente como Juan, porque ahí sí que hay para ensalzar el
nombre, una rastra interminable de juanes que sostienen el prestigio del
nombre. Juan Pueblo, juan de los palotes, juan sin tierra, juan, el chueco que
es albañil, juan se iba por el río. A ver quién se atreve a nombrarme un juan
infame, alguno de esos innombrables, al menos en nuestra vida los juanes están
en el tope de la tabla, se los nombra y se enciende el corazón.
Este Juan apareció en nuestra vida o nos puso en el andar
juntos cuando allá por el 82/83 estábamos armando una propuesta política para
la ciudad, el Partido Intransigente, con un prestigio dado por dirigentes
honestos, que generó simpatía real y entre los que veníamos de otras
experiencias, de cárceles algunos, este flaco de tonada rosarina, es posible
que sea originario de esa provincia, se presentaba con el salvoconducto de ser
amigo del Gringo (ya nos saldrá el nombre),
el Gringo Viale, que también el Nalli Ambrogi lo tenía como líder, del
que se sentían sus amigos. Viale era el líder del PI en esa provincia,
dirigente rutilante de Santa Fe, nombrado y renombrado por el Bisonte, así que
el Flaco entró con ese plus, jactándose de ser de la escuela de ese gringo
famoso.
Nos hicimos muy compinches, un tipo entusiasta, activo, con
todos los signos del chanta contenidos, digamos mejor, del reo enmendado o que
debe hacer buena letra pero que no le des un tranco de pollo que te acuesta o
lo intenta o se reprime porque estamos en otra cosa. Sabíamos de una familia
que había quedado trunca, es posible que con hijos, cómo llegó acá no se sabe o
nos olvidamos, pero era un militante de primera línea, formó su pareja y
creemos que con ella se mantiene aun cuando estamos hablando de cuarenta años
vista.
Trabajaba en la madera o tenía un negocio, es impreciso el
recuerdo, tenía vehículo propio y es de considerarlo como uno de los más
activos en la militancia. Después de las elecciones que frustraron nuestras
expectativas y los descalabros personales que sobrevinieron hubo algunos
encuentros, en otros planos, con el velero en el dique los Molinos, algún asado
y alcohol y nos perdimos de vista.
En su casa humilde, alquilada, detrás de la escuela
Sarmiento, tuvimos varias reuniones. Y siempre llevaremos en la memoria la
enjundia que nos mostraba una dirigente de la zona, de primer nivel que luego,
con su marido desertaron hacia otros rumbos y aun se la ve despotricando contra
los mejores proyectos, eso sí, montada en una pátina progresista.
Años después supimos de un premio importante que ganó en un
concurso, o en Hola Susana, supimos de su instalación primero en Holmberg en el
parque industrial con una fábrica de muebles, y supimos que luego fue a recalar
a Sampacho, con una carpintería, algún
encuentro y saludos hasta que una noche,
armando el Frente Grande, o el kirschnerismo o peronismo cordobés progresista
en una reunión con dirigentes de toda la provincia en Sampacho nos abrazamos
con el Flaco Juan, contentos de andar por los mismo andariveles, ahí, en las
cercanías de los mejores dirigentes del pueblo. Y luego, de esto hará diez
años, sin novedad en el frente, vaya uno a saber cuál será el derrotero del
Flaco; de lo que sí estamos seguros que andará por ahí, metiendo las narices en
lo político, con la certeza de que estará levantando las mejores ideas, las que
estaremos abrazando todos aquellos que tenemos una historia por detrás en
procura de un país y un mundo más igualitario, más justo.
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