Y ahora acá, en la vereda
del frente del bodegón de Japo viendo a mi viejo con sus amigotes a esta hora
ya borracho, vaya uno a saber qué hablan, qué los une, qué esperan de la vida.
Dentro de un rato, son las diez y media, falta media hora, estaré viajando con
José, qué buen tipo, me lleva hasta Comodoro Rivadavia, de ahí me tengo que
tomar un colectivo, pero ya me queda a un paso, es un decir. Me dijo que a las
once, en la estación de servicio de la salida, la YPF, la empresa nacional,
refirmó, que las otras son extranjeras y nos roban. Mucho no sé de eso, mi
viejo una vez me quiso explicar por qué a él le gustaban los militares, y por
qué sus amigos lo llamaban gorila, vendido, quiso decirme del mal que le causó
al país el populismo, y ahí me acordé de mi vieja, de su cajón secreto en la
mesa de luz, que un día, antes de eso, me llamó, sacó una llave desde su
corpiño y me mostró una foto, me dijo esta es Evita, esta es la única mujer que
alguna vez pensó en nosotros, tomá, guardátela, que no te la vea tu padre,
porque te mata, te lo digo, y no entendí de qué se trataba, pero guardé la foto
acá y la llevo a esa mujer porque creo que es un amuleto de la buena suerte.
De acá la foto que quiero sacarle a mi viejo
saldrá borroso, me acercaré a la vidriera, total están ahí en la mesa pegada a
la ventana, ahora que se están yendo dos de los borrachines y se ha quedado el
Ñato y mi viejo, qué pescado ese Ñato, un fiolo, un cafisho, venido a menos
porque se quedó sin minas. ¿Y mi viejo? ¿Qué hace mi viejo? Algún rebusque debe
tener porque en su puta vida trabajó en serio. Bueno, qué. Le llevaré una foto
final al hijo mayor, para que se avergüence del padre que tiene. Le mostraré la
foto a mi sobrino Uriel; tu abuelo, le diré, este es tu abuelo, el papá de tu
papá. Ya está, creo que justo levantó los ojos arrasados, tenía en su mano un
as de copa arrugado y no me vio, el Ñato sí, pero ya me fui, ese, este es el
último recuerdo que quedará de mi padre. Disparé una, dos, tres veces, diez
fotos, cien, un millón, todas iguales, todas desde corta distancia, a través de
un vidrio sucio, una mesa con botellas vacías, un bodegón que se vino abajo con
el tiempo, refugio de borrachines y tránsfugas, ese es el domicilio de mi padre
y yo no tengo nada que ver con él, que se quede ahí, que nunca preguntó por
Ernesto, tampoco preguntará por mí. Quizás quiera golpearme el alma, no,
cortaré la historia. La Kodak no volverá a Tierra del Fuego. Le saco el rollo y le doy un voleo que vaya a
parar a la alcantarilla. El primer tacho de basura será el destino de la Kodak.
Tal vez quien la encuentre saque alguna foto
de la que pueda enorgullecerse.
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