Julio Mancinelli

 

Del Julio Mancinelli podemos hablar largo y tendido, con sus contradicciones, sus puntos de vista inflexibles, sus vaivenes en otros aspectos cruciales que a la postre lo llevaron a estar casi solo, sin un apoyo constante y certero, tal vez el resultado de sus acciones nunca del todo puestas en blanco y negro, quizás el resultado de las secuelas más odiosas que nos deja un tiempo largo de prisión. Querido y a la vez no soportado, esa ambivalencia que existe con personas que tal vez se pongan muy cargosas, muy temáticas, o que le afloren intereses que chocan con los de los demás. En las largas charlas que tuvimos en su departamento solitario hablamos de sus antes, durante y después, sus enfermedades, sus noviazgos, sus viajes y emprendimientos, la relación tortuosa con sus hijos, con casi todas sus hijas, el tema puntual del Polo, quizás la víctima propiciatoria de este tiempo de represión, su separación de una mujer que todo el mundo la considera una bella y hermosa mujer, solidaria, atenta, buena, quizás ahí se inició es desbarranque del Julio y ya no hubo manera de darle vuelta a la taba, las cosas se fueron dando como para que lo fueran hundiendo día a día hasta entrar en un estado de enfermedad, de internación en un geriátrico, de apariciones ya en silla de ruedas, sin ánimo de continuar la vida y de irse dejando muchísimas cosas inconclusas, tal vez enmendar su nombre de una manera clara, de haber aceptado sus errores, sus malas acciones, pero enfrascado en defenderse a sí mismo no hubo manera de formar una nueva relación y las posibles huían porque sin duda había un peso de humanidad que no era de fácil trago.

 Amargado y confundido, peleando con molinos de viento, sin traicionar a nadie, aunque en la incapacidad  de saber distinguir a unos y otros y a veces acomodarse a calor del sol quedan los intentos de enmendarse, de hacer cosas, de propiciar un proyecto pata un edificio de la salud pública, de alguna anécdota esencial que salvó la vida a compañeros y ese solo hecho lo reconcilia con la memoria y lo dejamos ir en paz, que tal vez en otro lugar pueda resolver sus hondas contradicciones, dar repuestas a sus ambigüedades, hacerse cargo de las fallas humanas que no por no asumirlas no existieron y fueron las  causales de sus mayores males, la soledad y la distancia con los seres queridos.

Nos queda su otra faceta, su bonhomía, su tonada entrerriana, su risa franca, su mirada puesta siempre en un mundo mejor para todos.

 


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