Noel Pereyra

Queda en la memoria por ser el amigo de nuestro padre, con quien compartió el trabajo en Almafer y desde ahí labraron una amistad que, por añadidura, nos trajo a mi hermano y a mí el primer amigo que tuvimos para jugar a la pelota o ir de pesca a las acequias o a Santa Flora y posiblemente nos acompañábamos en nuestras primeras salidas a los cines o parques de diversiones. Ahí, en su casa de la calle Belgrano al fondo, frente al patio del colegio Roca, con sus hijas, dos más, la Susana y la Cristina, su mujer siempre sonriente no sé por qué nos queda la idea de que habían puesto una mercería adelante, o en un garaje lateral. Y mi padre con el Noel siguieron la amistad luego de que cada cual rumbeara laboralmente para otros lares.  Algo me dice que la segunda Siambretta 48 mi padre se la compró al Noel. Después lo veo em una motoneta de la misma marca, más grande. Él sería cobrador, andaba en la calle en su motoneta, siempre inquieto, es posible que también trabajó un tiempo en la librería Peuser, casi seguro. Fueron varias las veces que fuimos a comer a su casa como su familia iba a la nuestra, hasta que los tiempos se esfumaron y recién volvimos a verlo ya en libertad o después, seguía en la calle con cobranzas, en su auto, sobrevivió a nuestro padre y tuvo una mala maniobra, quizás ya no capacitado para cruzar la ruta A05 y un camión o lo que fuera arrastró su vehículo y se lo llevo sin respiro. No es mucho más lo que se nos dispara, pero queda la semblanza que siempre se le puede agregar algún hecho rescatable. Y de tanto en tanto, sesenta años después, nos cruzamos con el Luis y apenas son dos o tres palabras, el recuerdo de aquella infancia límpida, sin estridencias.

 

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