Toto López

Mencionarlo porque anduvo por nuestra vida en los momentos cuando uno despierta a la vida, allá por el setenta, cuando nos acercamos a la facultad de filosofía. Ahí aparecieron otras miradas, otras acciones, encuentros con compañeros de la facultad, acercamiento a la música, al teatro, primeras lecturas placenteras. Y nos quedan esos encuentros, mateadas y criollitos escuchando al Toto recitando el Cuervo de Poe, el nunca más sonando en profundidad, anticipándose a lo que vendría después, ese vendaval criminal que se llevó los mejores brotes de una generación que se plantó para modificar las cosas malas del mundo. Ahí viene esa mezcla de vuelos artísticos, desparpajo en la vestimenta, concentraciones, discusiones y propuestas sobre cómo hacer para que las cosas cambien. Ya cada cuál en su militancia partidaria, en una esquina de barrio el Toto sobrevivía con la verdulería con la Negra y ya tendrían un par de niños. Fue eso, apenas, el cariño intenso de ese tiempo imborrable donde los amigos se meten bien adentro y ahí quedan, y uno los lleva, los sigue llevando como si eso quedara grabado en algún disco inviolable del alma. Después vino la muerte y hubo un desquicio de sangre, dolor y ausencias. A él le tocó esa parte cruel que te deja marcado para siempre como si acaso hubieras conservado la vida a expensas de decir o hacer lo que la dignidad impide. Sin embargo, este caso y tantos otros quedan flotando en lo difuso, y uno ya tiene formado un juicio al respeto por lo que el incidente sale de consideración, solo se lo deja en la ambigüedad y saltamos muchos años después, quizás cinco o diez, cuando el las mañanas de tintas y papeles, de diluyentes y emulsiones llegaba la voz del Toto desde un programa en Radio Nacional de la ciudad de Córdoba, voz y programa que salía con la radio antigua regalo de la suegra Catalina y esas horas en compañía del Toto fueron tiempos gratos, de recuerdos, de vivencias, de sueños, como afirmación de una amistad en lejanía. Unos encuentros más, alguna presentación por acá, algunos contactos que nos permiten las redes y ya está, una vida de un grande con la intensidad de quien da todo lo que es, no se guarda nada, crece y hace crecer al que está a su lado. Tenerlo ahí, como personaje, como amigo, como referente, que podría ampliarse esta semblanza, pero la idea es solo dejarlo asentado y si alguna vez se vuelve, se lo retoma, agregar algunas cuestiones que se nos pueden haber pasado por alto. 

 

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